Una vez que ya hemos decido sembrar trufas en nuestra finca, nos surge la pregunta: ¿se pueden sembrar distintas especies?.
En realidad, existen muchas especies de hongos hipogeos (u hongos subterráneos). Son hongos que fructifican debajo de tierra, y que desarrollan todo su ciclo biológico en ese medio subterráneo. Todas ellas viven asociadas a las raíces de diferentes especies vegetales formando un órgano de intercambio mutuo, o simbiosis, denominado micorriza.
Entre todas, tradicionalmente, casi solo se han seleccionado 2 especies para sembrar trufas: la trufa negra (Tuber melanosporum) y la Trufa blanca (Tuber magnatum). Son las reinas de las trufas.
Pero existen bastantes más opciones, es decir, otros hongos subterráneos también comestibles, que aunque de menor precio en el mercado, pueden llegar a tener mayor rentabilidad. Nos referimos a que a veces, se intenta cultivar Tuber melanosporum en lugares inapropiados donde, por este motivo, nunca darán grandes producciones.
En lugares más arcillosos, a menor altitud, y con menos pluviometría, la trufa de verano (Tuber aestivum) se adapta mejor, siendo menos exigente respecto a condicionantes ambientales. En consecuencia, podrá ofrecer mayor rentabilidad, pues aunque tenga menor precio producirá más.
También podemos valorar a la trufa de marzo o de pino (Tuber borchi), que es muy generalista y fructifica asociada a muchas plantas diferentes y a gran variedad de sustratos.
Otras opciones para plantar en lugares donde la naturaleza del suelo es muy diferente son las criadillas de tierra o turmas (Terfezia spp), de menor precio en el mercado pero nada desdeñable, en cualquier caso, mucho mayor que el de cualquier fruta de los mercados.
Hoy por hoy, Tuber melanosporum es el rey de las plantaciones, y cuando no es posible sembrar trufas negras, aconsejamos optar por Tuber aestivum, infravalorada hasta nuestros días, pero por contra, de excelente calidad culinaria, muy adaptable al medio, y que no representa ningún problema para nuestros ecosistemas forestales.
En tercer lugar cultivaríamos las criadillas de tierra, especialmente Terfezia claveryi, de la que ya se conoce la técnica de cultivo.
Y en último lugar Tuber borchi, ausente o escaso en algunas Comunidades Autónomas, pero con gran capacidad de colonización, que puede cerrar las puertas a otras opciones, y del que no sabemos como se comportaría en determinadas condiciones. La prudencia debe de reinar en estos casos, aunque en un futuro cercano pueda representar una buena opción.
Otras especies menos importantes serán objeto de otro post.